Es una pena, de verdad es una pena y lo
digo con tanta sinceridad, que mientras unos desarrolladores de app japoneses
se están llenando el bolsillo con una fortuna inagotable, en las calles andan
un montón de subnormales chocando sus vehículos, dejándose atracar pendejamente
y correteando como niños pequeños por la vía pública, detrás de una criatura
ficticia.