martes, 29 de agosto de 2017

El síndrome de la serpiente




Alrededor de 2017 se puso de moda una aplicación donde descargabas una serpiente y la ponías en el fondo de pantalla dando la sensación de que ésta se arrastraba por tus perfiles en las redes sociales. Susan Solvenzzia, venezolana de ascendencia italiana con acento esloveno, ama de casa, madre de tres carajitos que rendían más que un coctel de té de jengibre con agua tónica, ahuyasca y vino tinto y esposa de un colombo-panameño que tenía un pronunciado acento dominicano producto de haberse criado en RD, decidió bajarse la aplicación (no hay una vaina más vanidosa que una mujer vaga).


La mansión de ambos parecía una casa de muñecas rodeada por un extenso jardín de azucenas y gardenias, pero para ella eso no era lo más bonito, sino el moreno que le podaba las matas  y también el monte de Venus con una rosada rasuradora tipo Women Model, antes de clavarle la estaca en su parcela descuidada por un hacendado que sólo pensaba en viajar y producir sus cuartos.

Lo que voy a decir no es creepy-pasta, pero bien, así fue. Relajadamente Susan fue una tarde a llevar a sus hijos al parque, vestía de rosado fucsia su silueta de Barbie de carne y hueso, abre el celular y zaaasss, la culebrita sobre la foto al deslizar el dedo por la pantalla táctil. Tras el postre recurría a llevarse una estampilla impregnada de LSD a la lengua, no sin antes pedirle a Felipa, su negra sirvienta, que le rebanara el peyote en la ensalada. Por lo tanto serían recurrentes en ella las alucinaciones vespertinas.

Vio que el ofidio se desplazó saliendo de la pantalla líquida y enredándose en su brazo izquierdo hasta descender al banquillo de hierro donde se erigió formando una enorme espiral en forma de torbellino de la cual salió un misterioso mago que parecía ser encantador de cobras. El extraño caballero la hipnotiza como la víbora que aparentaba ser y le quitó la sortija matrimonial para ponerle un anillo con la forma de Uroboros (la serpiente mitológica que se tragaba su propia cola). Minutos más tarde y asombrada, recoge a sus vástagos, encienden el BMW y se larga para su morada.
Una vez en casa se chulea con el jardinero detrás de una mata de guayaba. Mientras ambos se apretaban las nalgas y se susurraban palabras prosaicas al oído, de lejos se escucha una voz masculina que grita su nombre, mientras alcanza a ver una pitón albino escabullirse en la cocina.

-Llegó mi marido Bolín, no nos puede descubrir.-

Ya Felipa se había marchado, pues eran más de la 5: 00 PM (fin de su horario de trabajo) y al entrar a la cocina Susan descubre que quien la había llamado no era el pedante de su esposo, sino el encantador de serpientes, quien de nuevo la hipnotiza para desnudarla y hacerle el amor sobre la apagada estufa. Hora más tarde llega Armando, el hombre de la casa y de sorpresa le da un disparo en la espalda al gitano, quien al caer observa como su enorme anaconda escupe todo su veneno espeso en el suelo.

-Maldita zorra, eso es lo que eres, una zorra.-

La golpea, la patea entre las costillas y la arrastra por los cabellos hasta que el anillo brilla expandiendo un verde resplandor y Susan se vuelve una mujer zorro, la cual patea violentamente a Armando hasta reventarle los órganos y triturarle los huesos.

Descubre a Bolín detrás de la ventana y le pregunta por qué no fue a defenderla y este le dice que prefiere no intervenir en conflictos maritales, entonces la zorra de Susan le dice:

-Si tu corazón ya no me pertenece, entonces me lo comeré para que ames-.

Usa sus garras como cuchillas, le extrae el corazón y cumple su promesa mientras su ex amante se desangra al lado del cuerpo del hechicero baleado y de su abusivo cónyuge. Minutos después el anillo arroja una luz roja y la mujer vuelve a su estado normal, recuerda que dejó a sus hijos en casa de Cecilia, su mejor amiga y amante lésbica, la cual tenía cinco muchachos de diferentes padres  de los cinco continentes.

Horas más tarde estaba encerrada, pero no en una celda dominicana,  sino en un frío cuartucho con posters de ánimes, velas de incienso y una fea colchoneta. Fue raptada por miembros de los Yakuzas al arribar a Japón (en vez de ir por sus hijos, tomó su pasaporte especial y se largó), quienes la hipnotizaron. Le visten y le maquillan como geisha, es la nueva atracción de uno de esos tantos burdeles que están cercanos a las costas de Tokio y está preparada para su primer cliente, un anciano de 90 años  que ebrio por el sake había experimentado una repentina erección luego de 30 años sin levantar su flácido miembro.

Entran a un dojo, la damisela se aplasta a defecar sobre un periódico mientras el senil exhala todo el gas metano acompañado de los vapores de una mezcla ambiental entre camarones, hierba buena y pétalos de rosa. Se limpia el culo con un manga de Death Note, se quita el kimono, se suelta la cabellera y se pone en cuatro. El viejo se moja la punta del ripio con una Piedra China y las venas musculares se pronuncian cada vez más para darle duro a la parte húmeda de Susan. Al ver que transcurría más de una hora y no se venía, la insulta gritándole:

くそトカ (Maldita lagartija)

Se enciende el verde de la sortija y la mujer empieza a crecer desproporcionadamente hasta destrozarlo todo convirtiéndose en un enorme reptil parecido a Godzilla. Los proxenetas Yakuzas disparan y algunos sacan sus katanas, pero son barridos y arrojados al mar al instante por la cola del monstruo. Con sus pisadas aplasta vehículos policiales y a manotazos derriba aviones y helicópteros del ejército de ese país. Unos superhéroes llegan manipulando sus mechas (robots gigantes) y Susan le perfora el pecho a las máquinas al arrojarle rayos láser por sus ojos. El viejo asustado toma una de las espadas que estaban tiradas en el suelo y se practica un Hara Kiri. La sortija cambia a rojo y Susan vuelve a la normalidad, entre la humareda nadie puede verla cuando saca de los escombros su cartera con todo y pasaporte, se pone un smoking y un sombrero de uno de los mafiosos, roba un maletín lleno de dólares, toma un taxi y escapa.

Tres días después está hospedada en un hotel de Somalia, lee en la prensa que hay un supuesto culto cristiano que le paga a pandilleros paramilitares para que secuestren niñas preadolescentes y les mutilen el clítoris, lo cual ocasionaría que no puedan sentir placer y se conserven señoritas. Por un breve instante vio que dos hombres encapuchados a punta de armas largas obligan a unas chicas que salen de un colegio a entrar en una vagoneta que era conducida por un tercero. Declinó comprar un collar de marfil y un aceite de mamba verde para lubricar la resequedad de la piel y abordó un taxi, pidiéndole al chofer que siguiera discretamente a los secuestradores, mientras ambos escuchaban en un radio defectuoso la canción Dieulelul Dieuleul de Aby Ngana Diop. Le dice al taxista que espere afuera (tras media hora de estudiar el terreno) y sigilosamente penetra la guarida tras rezar un conjuro que la hacía invisible por segundos, el cual aprendió de una amante sanjuanera que era bruja. Asfixia a un celador obeso con una bolsa plástica, el cual dormía en una hamaca y luego le quita las llaves para liberar a las jovencitas cautivas y ayudarlas a escapar por una puerta especial que daba a un parque y una cancha de fútbol.

Es sorprendida por dos de los vándalos, quienes la golpean con el cabo de una ametralladora hasta dejarla inconsciente. Cae la tarde y sube la noche, el hombre al volante sigue afuera roncando como un puerco y Susan está desnuda y maniatada cuando uno de los criminales originario de Guinea Ecuatorial (hablan nuestro idioma) se baja sus pantalones y saca su enorme y jugoso banano africano, para gritarle a la aspirante a justiciera:

-Joder, dámele una chupadita al bicho.-

Se lo acerca cada vez más a la boca pero ella voltea la cara con gestos de asco y enojado el otro delincuente le grita en somalí:

-Adeecno !!! ... baranbaro (Obedece!!!...Maldita cucaracha)-

Estalla el anillo en verdes destellos, una enorme cucaracha usa sus finas patas para zafarse de unas gruesas cuerdas y de un mordisco con sus mandíbulas de insecto, le arranca el guineíto al guineo expandiendo una potente lluvia de sangre a chorros hasta bañar al mercenario que apuntando su rifle le dispara una y otra vez a la criatura, cuya coraza es tan dura que las balas no pueden penetrar. Con la dos patas delanteras le sostiene y le arranca la cabeza produciendo otra chorrera de sangre a fuerte presión que impregna todo el lugar como si se tratase de la escena de un filme gore.

Cuando sale al patio unos centinelas le sueltan unas hienas domesticadas para que neutralicen al adefesio quien sin vacilar mucho usa sus antenas para arrojar descargas con potenciales voltios hasta chicharrar a las fieras, a los malhechores sobrevivientes no les queda de otra que salir huyendo pensando que les salió algún demonio de las tradiciones macumberas como castigo por sus crímenes en contra de la infancia femenina.

Entra al carro y el chofer manifiesta que tras 10 años de sequía al fin lloverá, puesto de que le huele el ambiente a alas de cucaracha. Prende el anillo en rojo y Susan retorna a su verdadero estado tras consumar su metamorfosis kafkiana. Está desnuda y le dice al conductor que no mire y él le dice que es ciego de nacimiento y puede manejar y seguir a la gente gracias al sentido del olfato.

Encuentra unos harapos en el asiento de atrás y se viste para regresar al hotel. Al día siguiente vuelve a leer el periódico y se encuentra con el siguiente titular:

-Extremistas musulmanes decapitan a un hombre y castran a otro. Ambos pertenecían a congregación cristiana.-

Ahí reflexionó en torno a dos cosas, la prensa amarillista se vende al mejor postor y no es mucha la diferencia entre el Islam y una cucaracha. Fue al aeropuerto más cercano y tomó un vuelo con destino a Australia, lugar donde se alojaría en una casa campestre propiedad de una vieja economista a la cual le lamía la pepa en un residencial de Londres a cambio de que le ayudara con su mesada cuando era estudiante de Cambridge. Cuando llegó vio que su amiga era un esqueleto, murió sola y apartada de toda civilización. Susan escuchaba música romántica en un viejo tocadiscos y fumaba usando como cenicero las cuencas del cráneo de su amada sobreprotectora, cuya muerte era un misterio. Una fresca mañana salió a fotografiar flores y mariposas cuando fue interceptada por un fortachón aborigen llamado Bankú el cual comandaba una ganga de canguros y koalas guerrilleros entrenados para asesinar forasteros y robar sus pertenencias.

Siente el suspenso de que será atacada, al parecer ya nadie la insultará gritándole el nombre de un animal para que se transforme, pues sus nuevos agresores son todos bestias salvajes. Está rodeada en un círculo de depredadores y su final está cerca, zaaashhh!!! Sorpresivamente un boomerang que viaja a la velocidad de la luz toca a cada especie incluyendo al rudimentario humano que los rodea, hasta caer todos rendidos. Atados y aprisionados en redes están sus agresores y Susan contempla la belleza de aquel rubio de larga melena, piel rojiza y ojos azules que le salvó la vida.

150 escenas románticas después:

La pareja ha conversado en la playa de casi toda su vida, salvo Susan quien ha mentido par de veces sobre su oscuro e inmoral pasado y sus fabulosas aventuras bizarras de continente en continente, no obstante en un tono vergonzoso le expresa a Chris que ha sufrido mucho en la vida y este en un estado anímico y estimulante le consuela:

-You will be reborn from your ashes, you are the phoenix.-

El anillo expande su característico verde resplandor y el cuerpo de Susan se prende en llamas hasta volverse una antorcha humana. Chris no comprende que pasa y va a su Jeep a buscar un extintor para evitar que no se consuma su nuevo amor. Pero es tarde, ve a un enorme pájaro bordeado de llamativas flamas sobrevolar toda la zona costera y temiendo ser agredido por el mismo corre hacia una estación de gasolina. Susan en su estado animal entra en razón y persigue a  Chris para hacerle entender que no le hará daño y cuando él está convencido de que ella volvería a la normalidad una pluma encendida se despega de su cuerpo y cae en un charco de gasolina que se formó accidental, degenerando en una explosión la cual expande el cuerpo de Chris totalmente calcinado.

Voló y aterrizó en el mar tratando de inmolarse, pero antes de sumergirse la sortija cambió a luz roja y volvió a ser la hermosa mujer que era y arrastrada por las olas regresó a la arena, tomó el Jeep de Chris derramando lágrimas y viajó hasta Sídney donde pasaría la noche para luego del amanecer partir a New York rumbo al consultorio de Don Pablo Santana mejor conocido como el Dr. Pildorín, sexólogo, psiquiatra, ginecólogo y todólogo egresado Magna Cum Lauden de la facultad del cabaret de Herminia y a quien la medicina y la ciencia le atribuían milagros, entre ellos practicándole una cesárea de emergencia a una paciente con una espada medieval, le sacó de sus entrañas 17 gallos de pelea con chilenas y miras telescópicas incrustadas en sus espaldas, examinando el interior de las pupilas dilatadas de un yonkie holandés descubrió una constelación de planetas cuyos habitantes eran enormes hormigas de acero que defecaban lasañas rellenas de fango con balas de bronce y algodón de azúcar. Le curó el SIDA a una meretriz haitiana albina, inyectándole trementina con formol y jugo de ciruelas y sanó a un niño con una extraña varicela egipcia (varias réplicas escarlatas y diminutas del ojo de Horus estampadas en su cuerpo) sumergiéndole en una piscina rebosada de orina de elefante.

Una vez en el consultorio del Dr. Pildorín ésta desesperada le pide que le recete algo para poder despegar el misterioso artefacto de su dedo, ya que desde la muerte de Chris trataba y no podía. Prueban con todo tipo de ungüentos y aceites para lubricar y el dedo nada de salir de aquella prenda circular. Hastiado de perder su tiempo Mr. Santana como le llamaban los gringos, toma un recetario y le anota el siguiente tratamiento:

-“Vuena BURRA AZUANA, ami nomes benga aserme perder tiempos comsu disparates YO soy un hombro muro cuspado vallase al psiquiatra del maní comío 28 de las duartes y porfabor cuando vallas a raparmeta se unas bolita del javon de guabas por la vajina ASAROSA para que losepermatoisoides  del extrisper que uste busca para dejar de ser señorita no la empreñes. ¿Copió?”.-

Decepcionada cruzó a una carnicería judía que estaba frente al consultorio y con una pequeña hacha para desmembrar costillas, se mochó el dedo con todo y anillo, cubrió la sangre con un paño y tomó un taxi sin dejar rastros. Algunas leyendas afirman que es una justiciera anónima que anda por el mundo portando una ballesta para defender a las féminas desprotegidas de los maltratos del hombre.

Su dedo fue echado junto con pedazos de reses en una trituradora para producir carne molida de primera y la sortija serpentina  fue llevada a una joyería propiedad de los judíos.

Cuatro años después:

Érase en un castillo de Europa aquel magnate portugués estaba consternado tras pagar una fortuna para regalarle el misterioso anillo a un cuero que se consiguió en las favelas de Río de Janeiro, la cual le dijo que era muy lindo pero que no estaba satisfecha pues quería dos coches de lujo y una mansión en Mónaco. El acaudalado señor voltea para tomar su trago de coñac y dice en voz alta:
-Oh Deus meu, a mesma piranha (así le llaman en Brasil a las chapiadoras)-


Ve una rápida luz verde y al volver el rostro hacia su acompañante, ve un pez piraña con el anillo enlazado a su cola aleteando por la falta de agua. Repentinamente un gran danés que merodeaba los balcones de aquel suntuoso lugar, se come a la piraña con todo y anillo de un bocado. Inmediatamente fue a buscar un laxante para dárselo a su mascota a ver si cagaba la sortija y a la meretriz vividora que se vaya a la MMMMMMM…

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