Mientras muchos se fueron a echar carreras con varios grados de romo
adentro para terminar mutilados en el
Darío Contreras y un grupo de gente fea y corriente se metió a mear y a defecar
en los ríos y playas de todo el territorio dominicano, yo me quedé meditando
debajo de un árbol samán al sonido de la fresca brisa de cuaresma y el trino de
los pajaritos.