martes, 17 de febrero de 2009

Dios y El Diablo (critica a la nueva invasión haitiana)

Nadie padece de amnesia, pero si de olvidarse de la historia. Para muchos la era de Jean Pierre Boyer es un cuento que se esconde entre los polvorientos libros de las bibliotecas, pero para quienes la vivieron en sus tiempos, fue el mismo infierno.

Hoy en día hermanos y compatriotas se ofenden por ideologías políticas y religiosas, matan al prójimo por un vil celular o un par de pesos, y muchas veces viven de espaldas a la realidad sin prestar atención a los ocultos planes del conspirador. Ellos emigran como cuervos y se anidan en la indigencia y en las construcciones.

Sus hijos piden en los semáforos y sus mujeres vienen desde el oeste a dar a luz. Se infiltran en universidades a poner en práctica sus conocimientos diabólicos y a conquistar a nuestras chicas bellas.

Lo del caso no es quienes sean, ni lo que hagan. Bien puede importarnos que si hoy son obreros, mañana serán altos funcionarios que determinaran nuestro destino a través de las escuelas, empresas, instituciones y cuerpos castrenses.

Lamentablemente un país de formación cristiana, donde Dios ha sido el centro de todas nuestras penas y glorias, corre el riesgo de perder su identidad benévola, producto de la invasión o unificación que traerá consigo al vudu (religión oficial del diablo, de la miseria y del atraso cultural).

So pena de lo que sucederá en la nación de nuestro honorable Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, quien lucha a favor de los sanos valores autóctonos. Por igual nuestra Confederación Nacional Evangélica, quien ha hecho una labor a favor del mandato de Jehová, y no de la perversidad del adversario.

Si dejamos que se sigan metiendo como perro por su casa, y vendiendo jugos a cada dominicano, sin un estricto control de higiene que pueda detectar incluso el mínimo intento de manipulación mental, de nada valdría el esfuerzo de Luís Acosta Moreta “El Gallo”, de haber construido iglesias y centros comunitarios , pues estos se convertirían en antros de aberración donde se profanaría el espíritu santo de la vida y del respeto de los derechos humanos, y se sacrificarían animales y niños inocentes en una fiesta cualquiera de gaga.

Sin distinción del más tiguere o ingenuo esto nos puede pasar, si no se unen fuerzas para controlar el sistema migratorio dominicano. Recuerden que el agua y el aceite no se juntan, y que donde el todopoderoso reparte su bendición, el diablo no puede tronchar el panorama.

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