Por: David Frías
Metafóricamente
dos grandes líderes americanos han chocado, George Washington vs Máximo Gómez,
ambos compiten arrojándose sus carrocerías hasta formar un tapón donde la
sangre se derrama en forma de un espeso
y tóxico humo de monóxido de carbono. Las Evas y Pandoras modernas ya no
se llaman así ahora simplemente se llaman Believers, ya no follan en bosques
del Edén ni coliseos mitológicos de Dioniso, lo hacen baños públicos, cabañas y
callejones, prefieren vivir la juventud en éxtasis antes que embriagarse con el
vino de Baco.
El
gringo y el cubano siguen enfrentados, pero no por las diferencias del
socialismo y del capitalismo, sino porque dos avenidas cruzadas que llevan sus
nombres se han vuelto un caos por las ofrecidas que yacen en las afueras del
hotel Jaragua. Amanecen y comen debajo de las matas, orinan en el contén y
defecan en fundas plásticas que arrojan al mar como basura producto de la
visita de otra basura (si desperdicias tu fama y tu talento en viles escándalos
te volverás desecho y eso hacen las nuevas superestrellas).
7: 30
A.M. un lánguido canadiense con cara de mujer se asoma por la ventana de un
quinto piso a tomar los primeros rayos solares del Caribe. Debajo sus Believers
están mareadas como flores alzando cartulinas para invocar a su dios que le
colma de las bendiciones de la idiotez.
12 del
mediodía, el sol sube a todo volumen y el vampiro despierta de su sarcófago de
aire acondicionado y champagne, luego de su resaca por eclipsar a Tueska en el
Jet Set con su majestuosa presencia “inmortal”. Tres cueros (sinónimo de dama
de compañía o scort girl) esperan en el Lobby, fueron llevadas en limusinas
como servicio delivery, una rubia de Montreal
es la compatriota idónea, una morena capitalina será el recuerdo de la
gastronomía dominicana y una pelirroja santiaguera el claro ejemplo de probar
lo bueno del Norte sin importar la locación.
Tres y
pico de la tarde, bajan las tres putas por el ascensor del hotel, un homofóbico
que administraba la recepción dice que son tres transgéneros que mandaron desde una pensión llena de
cucarachas de la Zona Colonial, ¿A mí que mi importa lo que sean?, uno no me
las tiré y dos no me interesa saber las justas preferencias del señorito
Justino.
5: 00
PM una maldita loca barrial llena de estrías que recién ha esnifado cocaína de baja calidad,
una niña de 17 años y una cuarentona con tres muchachos se han infiltrado como
las últimas Believers. Cuando llegan a la habitación gritan a coro: - Llegó la
princesa!!! Justin Bieber-. Un viejo lánguido, casi calvo, de ojos chicos en
grandes fondos de vidrio y arruinado por el alcohol afina sus cuerdas vocales
para ir a cantar a un Car Wash de la San Vicente. Les dice que no tiene dinero
ya que hace unas horas les dio lo cargaba encima a sus tres hijas que procreo
en un camerino del Estadio Olímpico 20 años atrás.
Las
damas se les ofrecen a cambio de nada pero cuando Don Justino intenta abrazar a
la cuarentona en su desnudez, se desploma y cae, un infarto fulminante se lo
llevó, demasiada adrenalina para un cuerpo malgastado. Bajan el cadáver que
parece más una momia milenaria que un recién fallecido y lo tiran en el depósito de la UASD para
hacer autopsias. Pues nadie conoce a Mr. Bieber para reclamarlo, sólo los hijos
de pocas mentes lavadas en los años 10 del siglo XXI.
8: 00
PM una vieja loca de apellido Cyrus y acento anglosajón, se queja en el lobby
porque su marido gastó los ahorros de la vejez en una costosa suite producto
del Alzheimer. Le dicen que su marido ha muerto y ésta tira una breve carcajada
y dice: -er meriecerlo, er ser hombre malo muy malos.-
Luego
toma un taxi y mientras lo aborda la llama un tal Matt Hunter para pedirle un
préstamo y la vieja cachonda le responde: -Ahora no poder, io tener cita o
mismo con un cliente en Duarte with Paris street, now, ok?.-
Cuelga,
se tira dos pedos y el chofer tapándose la nariz conduce a toda prisa mientras
le pasan por el lado a una valla publicitaria con más de dos décadas que decía:
-Believe
Tours 2013-
Esto
ocurrió el sábado 22 de octubre del año 2033…
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