domingo, 26 de febrero de 2017

Crónica de una invasión pacífica


En un universo opuesto al que vivimos y entre el océano de Atlántida y la Bahía de Jerez se encontraba la isla Sunday, en ella cohabitaban dos naciones soberanas las cuales eran opuestas. Al este estaba Mazda y al Oeste Arimán, los mazdeístas era un pueblo con abundante riquezas, pero bastante acomodado para producir sus propios recursos, inclinado a obtener el bienestar sin rigor y dependiente de otras naciones del planeta.


En cambio los arimanitas resentían de sus vecinos, era un país devastado y su tierra era tan estéril que no producía nada, para completar varios desastres climáticos habían diezmado a una gran parte de su población y los sobrevivientes vivían en improvisados campamentos entre los escombros. No obstante eran muy trabajadores, proactivos y creativos, manejaban la seducción diplomática a tal grado que podían captar la atención de cualquier superpotencia.

Los mazdeístas era una población ambigua de más de siete sangre, donde varios linajes del mundo se concentraban y se entremezclaban. Podías encontrar negros, rubios de ojos claros, de rasgos asiáticos y de piel bronceada con pelo azabache, emulando a tribus aborígenes. Su religión creía en la existencia de un dios invisible que regía todo el universo y apremiaba o castigaba al hombre acorde a su fe, acciones e íntegro comportamiento moral. Pero la gran mayoría, no siempre llevaba dichos preceptos al pie de la letra.

Los arimanitas eran de tez blanca, tan clara y pálida que parecían zombies, pero siempre llevaban una vestimenta tipo licra que cubría todo su cuerpo, tapaban sus lánguidos rostros con pasamontañas, los hombres calzaban gruesas botas militares y las mujeres y los niños oscuros tennis deportivos, donde quiera que fueren debían portar guantes de cuero y toda esa indumentaria siniestra y misteriosa era obligatoria, debían llevarla tanto pobres como ricos, autoridades como simples ciudadanos, viejos y jóvenes, militares y criminales, en fin todo mundo. ¿La razón?, el pueblo arimanita profesaba culto a una sádica y tenebrosa religión que adoraba múltiples deidades con antromorfología animal, practicaban el ocultismo y la magia negra y efectuaban sangrientos rituales de sacrificio humano y animal.

Otra gran barrera que los dividía es que los mazdeístas eran exageradamente materialistas y si tenían que banalizar la cultura, la educación, la dignidad y la música por plata lo hacían, en cambio los arimanitas amaban el arte, el saber, las ciencias esotéricas y el aprender otras lenguas, pero eran tan salvajes y depravados que decapitaban a sus compatriotas, practicaban el incesto y se les importaba aplastarse a defecar en medio de la calle y luego limpiarse el culo con papel periódico, sin importar que estuviesen en presencia de una caravana política. A ello se suma que los de la parte este de la isla hablaban en latín y los de la parte oeste en esperanto.

Con el pasar del tiempo los mazdeísta habían descuidado sus funciones básicas y productivas para dedicarse a obtener dinero fácil, enviando a sus hijos a competiciones atléticas en naciones más avanzadas sin concluir la secundaria, sus mujeres vivían fornicando a cambio de coches lujosos, suntuosas mansiones y financiamiento de cirugías estéticas y las más conformistas y menos astutas les bastaba con un pica pollo, una cerveza y una recarga telefónica. Otros vivían de cantar disparates sin ninguna preparación musical ni arreglo lírico, del nepotismo acompañado del tráfico de influencias y de mercadear armas y hongos alucinógenos.

Aprovechando los yerros de una cultura en decadencia, los arimanitas se fueron infiltrando. Sus niños pedían limosnas en la calle y lustraban zapatos, sus mujeres se alquilaban como sirvientas o mucamas o si no salían a vender aguacates tongoneando sus exageradas nalgas caucásicas ceñidas a sus oscuros licras, para luego embarazarse en orgías y parir en los hospitales de la patria vecina que les acogía.

Sus hombres tenían una fuerza sorprendente y una predisposición al trabajo, lo que les llevo a ocupar labores en los sectores de la construcción, la agricultura, la hotelería, la ebanistería, la artesanía, la vigilancia privada y el transporte público. Con el paso de los días se sumaron al mercado informal, erigiendo puestos de venta de comida, frutas, jugos de frutas y postres de frutas.

Los mazdeístas al ser híbridos entre varias etnias, no tenían inconvenientes en compartir con nadie por su color de piel o apariencia física. Sin embargo los arimanitas por ser blancos puros que una vez fueron importados como esclavos de un lejano continente para realizar trabajos forzados, mantenían una postura racista a pesar de su miseria y escasa higiene personal.

Por un lado los mazdeístas vivían ajenos de todo en su hermética burbuja de aire, mientras los inmigrantes del país vecino rasgaban e incendiaban su bandera nacional para izar la de ellos, cometían distintas fechorías en las zonas rurales y los difamaban a nivel internacional acusándolos de xenófobos, agresores y explotadores. Resulta que en todo el planeta, se celebraba el año nuevo la noche del 27 de febrero y ese año según el calendario chino de ese universo, correspondía al mono de fuego. Conmemoración que aprovecharían los arimanitas para disfrazarse de primates y llevar a cabo la última fase de su plan de conquista que había iniciado de manera pacífica.

Ese día habían vendido todo su material comestible (llámese alimentos y bebidas) con un potente veneno que en la medianoche haría efecto, haciendo que las pieles de los mazdeístas se fuera poniendo morada hasta pudrirse. Mientras construían las torres y viviendas de sus vecinos, adherían unas pequeñas cápsulas que tras conectarse con un radal emitirían señales atómicas y energéticas capaz de estallar, haciendo reventar y colapsar cualquier edificación por más enorme y resistente que fuese.

En los campos incendiaban las haciendas y humildes moradas, junto a sus sembradíos de arroz, tabaco, cacao y demás víveres y vegetales. Los campesinos que corrían asustados eran capturados por arimanitas a caballo que le lanzaban sus redes, para luego sacarles los ojos y una vez ciegos ponerlos a desgranar gandules y frijoles, mientras violaban a sus esposas y sacrificaban a sus hijas vírgenes.

En la zona urbana, los arimanitas que estaban como guardianes de las villas y condominios, entraban a las casas de las familias que con júbilo la llegada de un nuevo año celebraban y portando ametralladoras y escopetas las acribillaban, sacando sus cuerpos a la calle para amontonarlos y hacer gigantescas hogueras humanas.

Aquellos ancianos que por tradición se deleitaban en el parque viendo las luces de los fuegos artificiales, jamás imaginaron que los pequeños arimanitas que le hacían el primer lustre anual a sus calzados, sacaban diminutos serruchos de sus cajas limpiabotas para cercenarles los pies y dejarlos inválidos, mientras con pavor se desangraban.

Los pocos mazdeístas que quedaron con vida, no se habían percatado que los arimanitas habían vertido una irreversible sustancia narcótica en las presas y reservas de agua potable, que tan pronto fuese consumida o entrara en contacto con la piel de quienes se hayan expuesto a la misma, causaría  un efecto de retraso mental tan grande, que la víctima quedaría hipnotizada y babeando de por vida.
Finalmente la fusión fue un hecho, los simios satánicos ganaron y se adueñaron, para implementar su dominio de suciedad y monerías hasta el agotamiento de ese universo paralelo. Irónicamente muchos de esos mazdeístas habrían ofendido e incluso levantado falso testimonio en perjuicio de sus mismos compatriotas a favor de los arimanitas y por otro lado tanta ignorancia les había hecho olvidar que una vez fueron esclavizados por 44 años por los arimanitas y al final libertados por una guerra independentista, proceso que se arruinaría cuando 93 años después un rey muy cruel que gobernó las tierras de Mazda, había auspiciado una masacre que acabó con millones de habitantes de la parte oeste y 22 años después cometió la estupidez de traer a los cañaverales a los descendientes de aquel holocausto, para emplearlos por mano de obra barata sin regularizar su estatus migratorio, lo que jamás les daría derecho para reclamar beneficios laborales y aumento de salario.

Moraleja: Si no cuidamos lo nuestro, ni vigilamos quienes merodean y conviven con lo nuestro, no podremos defendernos cuando de mala manera, nos arrebaten lo nuestro. Por ello es bueno comprender cuando Donald Trump insiste en regular el flujo de inmigrantes y cuidar su nación de criminales mexicanos y terroristas musulmanes.


Feliz día de la Independencia Dominicana…

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